En apenas una semana el panorama del sistema financiero internacional ha dado un vuelco significativo. La quiebra de Lehamn, las fusiones de algunos de los mayores bancos mundiales y la nacionalización de la aseguradora AIG han puesto ‘patas arriba’ el mercado y lo peor de todo es que esto puede ser sólo el principio. De hecho, según la Universidad de Pensylvania sólo en Estados Unidos 200 entidades podrían quebrar como consecuencia de la crisis.
El mayor miedo de muchos ahorradores en estos momentos pasa por saber si este dominó de quiebras bancarias puede llegar hasta los bancos españoles y quienes son los que más riesgo de contagio tiene. Es decir, si su dinero está a salvo. La Asociación de la Banca Española (AEB) y el Gobierno aseguran que el sistema financiero nacional es muy sólido y que su modelo es totalmente diferente al estadounidense. Si bien es cierto, esto no implica que la crisis no vaya a afectar a los bancos.
En primer lugar la cotización de bancos y cajas de ahorro se ha visto seriamente afectada por la crisis, lo que por sí sólo ya supone una enorme pérdida de capital. A esto hay que añadir el impacto de la quiebra de Lehman y los activos afectados (fondos y depósitos, sobre todo los estructurados). Según los datos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) 459 fondos y sicav españoles están afectados por un importe cercano a los 300 millones de euros, en tanto que desde el Banco de España estiman en 1.000 millones de euros las operaciones liquidadas con Lehman en la bolsa española. En cualquier caso quien más quien menos ha visto sus arcas afectadas.
Pero el mayor riesgo para los bancos españoles llegará por medio de la morosidad, que no ha parado de subir desde finales de 2007 y que ahora posiblemente acelere su marcha. La ‘desaparición’ del mercado interbancario con motivo del recelo de los bancos a prestarse dinero ya está haciendo subir al euribor pese a las fuertes inyecciones de liquidez de los bancos centrales (que explicaremos en otro momento). Al final todo esto deriva en una mayor carga para quienes tengan una hipoteca o un préstamo referenciado al euribor y esto puede traducirse en un aumento de los impagos. Además, con el endurecimiento de las condiciones para conceder un crédito, todavía será más difícil hacer frente a los pagos.
De todas formas, aunque la situación sea cada vez más ‘gris oscuro tirando a negra’, el sistema financiero español tiene capacidad suficiente para absorber estos aumentos de la morosidad. Según un informe de Cheuvreux del que se hace eco El Economista, el ratio de morosidad en España podría alcanzar el 5,5% a finales del próximo año (la actual crisis lo hará subir algo más), lo que de todas formas situaría a la baca española en los niveles de 2007 de países como Alemania o Italia. Los últimos datos muestran un ascenso de la morosidad de los créditos al 2,14% en julio su nivel más alto desde 1998. El problema no es tanto la tasa, sino el hecho de que sectores como los promotores han duplicado sus impagos.
Por el momento la situación del sistema español es de relativa tranquilidad, ya que en principio los fondos de insolvencias cubren cerca del del doble del volumen de activos dudosos. De todas formas esto no quiere decir que no existan riesgos y muchos expertos consideran que terminaremos viendo alguna entidad nacional en serios apuros. Todavía no hay candidatos concretos, pero las cajas de ahorro son las mejor situadas en esta carrera para su desgracia. Su política crediticia, más agresiva que la de la gran banca, empieza a pasarle factura. Como ejemplo, Caja Granada ya ha despedido a cinco directivos por dar créditos de difícil recuperación que bien podríamos llamar subprime.
En cualquier caso los ahorradores pueden estar tranquilos, ya que su dinero está asegurado. No perderán sus todos ahorros si quiebra el banco, ya que el Fondo de Garantía de Depósitos le garantiza la devolución del capital de sus cuentas hasta 20.000 euros por persona y entidad bancaria. Eso sí, quienes tengan todos sus ahorros en un sólo banco deberían empezar a pensar en diversificar sus patrimonio, tal y como se hace con las inversiones porque no conviene apostar todo a un mismo caballo.
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