La factura de las tarjetas opacas de Caja Madrid

Tal vez no haya sido el mayor escándalo financiero en nuestro país de los últimos años, pero, sin duda, se está convirtiendo en un proceso ejemplarizante o como tal se está tomando desde muchas instituciones y entidades. La factura que las tarjetas opacas de Caja Madrid se están cobrando comienza a pasar cuentas a todos los niveles, en un proceso que parece no ha hecho sino empezar.

Expulsiones de partidos políticos y sindicatos, procesos judiciales en marcha, y, sin ningún género de duda, una unanimidad en la opinión pública como tal vez no se haya dado otra a lo largo de todo el periodo de crisis del sistema bancario español.

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Pero, además, existe el agravante de los nuevos datos que día a día van surgiendo y que, desde luego, empeoran tanto la situación global del asunto como la imagen general de una banca totalmente ajena a la realidad y con unos niveles de mal uso de los recursos verdaderamente alarmantes.

Esto se demuestra en el proceso seguido, y que ahora se sabe, desde el año 2008 fundamentalmente, y que explota en 2009 cuando realmente a la entidad, en aquel momento Caja Madrid, se le empieza a atragantar el sistema de retribución oculto a través de estas tarjetas. Durante tres años, hasta 2011 ya bajo la gestión de Bankia, se produce todo un cúmulo de desatinos para tratar de encajar lo que ya era un gasto realmente amplio e injustificable, algo que tiene su punto culminante cuando las entidades pasar a tener la obligación de la información del sueldo los altos ejecutivos y consejo de administración en el año 2011.

En el envío de esta información tanto al BdE como a la CNMV no figuraban los importes destinados a las tarjetas black lo que le dio a pie que los datos reflejados en su momento fueran incorrectos. Lo sangrante del asunto es que a pesar del endurecimiento de las medidas, a pesar de las sospechas iniciales ya por entonces de irregularidades, en ningún momento se desactivó la opción de estas tarjetas, lo cual, da una medida de hasta qué punto se estaba ante una práctica estandarizada que llegó a extenderse en el tiempo incluso en los peores momentos de la entidad nacionalizada.