Existen varias dificultades a tener en cuenta si estamos pensando en solicitar algún tipo de crédito, y más ahora que nos encontramos en un momento económico muy complicado económicamente debido a la crisis por la pandemia. Por ello, la figura del aval continúa siendo indispensable para poder acceder a muchos de ellos.
Para empezar, debemos tener claro quién es un avalista y cuál es su función. Un avalista es una persona cercana a nosotros, como un padre, una madre, un hermano, etc, ya que va a ser la persona a la que le pediremos que solicite el crédito, y por lo tanto la confianza con el avalista es imprescindible. No obstante, es importante tener en cuenta también otros aspectos, ya que la figura del aval conlleva una serie de requisitos que quizás no todas las personas de nuestro entorno puedan o quieran cumplir.
A qué nos compromete la firma de un aval bancario
Y es que en el momento en que una persona decide ser avalista, está aceptando garantizar la solvencia del avalado, es decir, la persona que va a beneficiarse del crédito. Por lo tanto, tanto el avalista como el avalado van a compartir los riesgos y las obligaciones que conlleva dicha operación financiera. Por lo tanto, si la persona que se está beneficiando del crédito no estuviese haciéndose cargo de los pagos correspondientes, los pagos pasan directamente al avalista, de manera que será él quien sea el responsable de la deuda.
En el momento en que la entidad inicia el proceso de reclamación de impago, aunque en primera instancia le corresponde al deudor hacerse cargo de ella, el banco puede tomar la decisión de recuperar el dinero que se debe mediante dinero, o quedándose con ciertos bienes del deudor, como por ejemplo su coche. En un proceso como este, el aval va a estar obligado a estar presente de alguna manera, ya que a él también se le notificará por carta el inicio de todo el proceso, e incluso es probable que en algún caso sea él quien deba abonar la deuda.
Toda esta situación se complica muchísimo más si la persona deudora no dispone de dinero o de bienes que poder facilitar a la entidad bancaria, ya que en ese caso, la responsabilidad de asumir la deuda pasa directamente al avalista. La entidad bancaria procederá a iniciar el mismo proceso, aunque la persona que figuró de aval en su momento no tenga nada que ver con esa deuda, ya que como mencionamos al principio, al aceptar ser aval, comparte las obligaciones con el avalado.
Si el aval se niega a asumir la deuda, los bancos proceden a embargar a través de la legalidad los bienes que consideren, que pueden ir desde una vivienda, a un coche, etc. En definitiva, ser aval implica asumir un compromiso muy importante que no todos nuestros familiares o seres queridos están dispuestos a asumir, y con razón. Es importante informarse debidamente sobre el papel que jugamos al ofrecernos como avalistas, y valorar si realmente nos conviene aceptar una obligación tan grande, por mucho que confiemos en la persona a la que vamos a avalar.